Traductor

jueves, 22 de abril de 2010

“El Efecto Lucifer” y el Ietzer HaRá



"El Santo, bendito sea, dijo a Israel: Mi hijo, he creado la tendencia negativa, y he creado la Torá, que es su antídoto/condimento. Si ustedes se sumergen en Torá, ustedes no serán llevados a manos de la tendencia negativa..."
(TB Kidushin 30b)


El Ietzer HaRá es el instinto del mal, la tendencia hacia lo negativo que todos poseemos. De acuerdo a la Torá, los seres humanos son capaces de hacer tanto lo bueno como lo malo:

“…he puesto delante de vosotros la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, la vida para que vivas, tú y tus descendientes” (Devarim/Deuteronomio 30:19).

Significa que el ser humano es capaz tanto de la destrucción como de la construcción, así como de la maldición y la bendición.

El psicólogo Philip Zimbardo, habla precisamente de esta tendencia negativa en su libro “El Efecto Lucifer: Entendiendo como la gente buena se vuelve mala”.

La historia de cómo Zimbardo se interesó en el instinto del mal, comienza a finales de los años 40 con dos chicos que compartieron clase en un Instituto del Bronx, el James Monroe, de Nueva York. Ambos eran hijos de inmigrantes. Uno de ellos, Stanley Milgram, hijo de judíos de Europa del Este; y el otro, Philip Zimbardo, hijo de sicilianos.

Ambos se criaron en un gueto donde muchos de sus amigos acabaron formando parte de bandas callejeras, y coleccionando expedientes policiales. Y, casualmente, ambos dedicaron su vida a investigar por qué los chicos buenos hacen cosas malas. Sus experimentos probaron que personas normales y corrientes son capaces de cometer los actos más crueles.

Zimbardo fue víctima en su infancia de todo tipo de discriminaciones por parecer judío, negro, italiano y portorriqueño. El año antes de llegar al James Monroe, por ejemplo, lo pasó en un instituto de California donde los alumnos le evitaban. En cuanto llegaba a una mesa de la cafetería, todos se levantaban y se marchaban. Después se enteró de que había corrido el rumor de que Zimbardo era de la mafia, por su origen siciliano y por venir de Nueva York. En el James Monroe, en cambio, era el más popular. ¿Por qué ese cambio? ¿Qué había pasado? Se preguntaban un día Zimbardo y Milgram. Ambos estuvieron de acuerdo en que no había dependido de su disposición sino de la situación.

Años más tarde, el experimento de Migram sobre la obediencia y el de Zimbardo de la Prisión de Stanford demostraron que las situaciones sociales tienen un poder muy sutil para influir en el comportamiento de las personas.

En 1971, el Experimento de la Prisión de Stanford mostró que el anonimato, el aburrimiento y la conformidad pueden inducir el comportamiento sádico en estudiantes que, hasta ese momento, habían sido “normales".

De acuerdo a Zimbardo, sólo nos conocemos nosotros mismos, a nuestra familia y amigos, a partir de pequeñas muestras de comportamiento en un número limitado de situaciones, en las que a menudo todos estamos jugando papeles concretos.

Cuando tenemos la libertad de elegir las situaciones en las que nos desenvolvemos, normalmente nos dirigimos a las familiares, seguras, cómodas, donde nuestros hábitos aprendidos nos permiten desenvolvernos bien; pero si nos encontramos en escenarios nuevos o desconocidos, entonces los viejos hábitos o las características de nuestra personalidad ya no funcionan y somos vulnerables a las fuerzas de la situación.

Para responder ante lo desconocido las personas se adaptan a la dinámica de grupos para conformarse, diluyen la responsabilidad de sus actos, deshumanizan otros, desarrollan sentimientos de anonimato y pérdida de necesidad de rendir cuentas. Podemos entonces hacer cosas que nunca hubiésemos imaginado sin las influencias sociales de ese momento y lugar.

En esas circunstancias, cuando las personas llegan a un ambiente poco habitual que es nocivo, surgen tres posibilidades: ser pasivo y no hacer nada, volverse malos, o llegar a ser héroes.

Ser un héroe tiene sólo unos cuantos elementos clave: actuar cuando otros son pasivos, ser menos egocéntrico y estar más preocupado por el bienestar de los demás y estar dispuesto a hacer un sacrificio personal para ayudar a otra persona, a una causa o a un principio moral.

Casi cualquier persona, dada la influencia apropiada, puede abandonar su moral y colaborar en la violencia y la opresión. Sea por acción directa o inacción, la gran mayoría sucumbe ante su lado oscuro cuando se da un ambiente influyente.

Toda nuestra bondad puede esfumarse en un segundo cuando perdemos perspectiva. Si sales de Safari y un león te salta encima, instintivamente protegerás tu vida. Si tienes algún poder sobre el animal, si tienes un arma, le dispararás. Y no habrás sido malvado, estabas defendiendo tu vida y era sólo un animal. Cuando deshumanizamos el entorno y nos sentimos amenazados, respondemos de la misma forma, pero habiendo humanos en el medio y una rutina en el proceso, nos volvemos malvados.

Si eres enviado a detener una manifestación sin ser policía, sin el entrenamiento adecuado, pero con una pistola con balas de goma y el correspondiente garrote. ¿Cuánto tiempo resistirás golpear a tus agresores? Si tus compañeros están atacando a diestra y siniestra, si tus órdenes directas son sofocar el disturbio ¿le dirías que se detengan? ¿Defenderías que va contra tus principios? Es cierto, de ese punto al abuso, crueldad y sadismo hay un gran paso.

El Efecto Lucifer sólo puede contrarrestarse con valentía y determinación. Todos podemos ser crueles, tanto como podemos ser nobles. La diferencia está en afirmarnos en nuestros valores, ser fieles a nuestra ética. Probablemente esta actitud nos marque socialmente, nos condene al ostracismo; pero ahí yace el valor de nuestra acción, lo que nos convierte en verdaderos héroes.

Los héroes que nos propone Zimbardo para enfrentar estas situaciones, son personas normales (al igual que los que hacen el mal); pero que tienen la capacidad de negarse al concepto de lo colectivo, negarse a las órdenes cuando éstas contradicen sus principios.

La capacidad de negar una orden inmoral, de decir libremente que algo está mal a nuestros ojos aunque el entorno nos esté alentando a efectuar esa tarea que no nos parece correcta. Ese es el secreto para evitar caer en el lado oscuro: ser nosotros mismos, hacer valer nuestra unicidad e individualidad como seres humanos.

Nuestros valores individuales son los que nos permiten oponernos a la colectividad. Los valores los aprendemos a través de reglas. Donde hay reglas, hay orden. Sin importar en donde nos encontremos, siempre sabremos como actuar.

Nosotros como noájidas tenemos 7 reglas que nos acompañan en todo momento. Si las seguimos, si somos fieles a nuestros principios, el Ietzer HaRá no nos dominará.

1 comentarios:

Blanch dijo...

Con respecto a la obra que ilustra esta publicación, desconozco el nombre del autor, aunque tengo entendido que la realizó para un concurso en Internet. El vínculo es el siguiente:

http://sugargrl14.deviantart.com/art/Good-vs-Evil-119162380

El seudónimo del artista es Sugargrl14, la obra se llama Good vs Evil y en el enlace viene toda la explicación de su significado.