Caer y levantarse
¿Haz visto a un pequeño aprendiendo a caminar? Todos pasamos por eso aunque no lo recordemos: El chiquillo se tambalea, a veces cae, pero siempre se levanta.
A veces son grandes caídas y en ocasiones son más leves, pero el pequeño siempre logra ponerse de pie.
Si quieres levantar el cuerpo del suelo es necesario doblar las rodillas, a fin de subir es necesario un descenso. Mientras más alto queramos llegar a saltar, más bajo tenemos que agacharnos. Ya que la carga y la calidad del ascenso, dependen de la profundidad del descenso.
Lo mismo pasa en el mundo espiritual. El alma baja a este mundo material para elevarse a través del cumplimiento de las mitzvot y las buenas acciones que sólo se pueden realizar en este mundo físico. El alma está cómoda y contenta al lado de Dios pero aún así accede a bajar para lograr un estado superior.
Esos bajones en la vida son los que nos dan la fuerza para brillar y crecer. Al lidiar con los desafíos salimos de nuestras limitaciones, auqellas que nos hemos impuesto nosotros mismos. Así es como conquistamos un espacio que no hubiéramos alcanzado sin ese bajón.
La historia bíblica nos cuenta que en el paraíso todo era bello, sagrado y perfecto; luego Adam fue expulsado. Este descenso le dio la oportunidad única de crear un paraíso en esta tierra, convertir la oscuridad en luz.
El pequeño eventualmente caminó ¿o no?, no se volvió a caer, camina seguro y hasta corre sin parar.
La próxima vez que te sientas atascada(o), frustrada(o) frente a un obstáculo o un desafío, toma en cuenta que se te otorga una posibilidad divina de acceder a tu poder latente para generar brillo en medio de la obscuridad.
Nuestros esfuerzos serán recompensados.
Shalom
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