
Nosotros -todos nosotros- somos sus descendientes, somos hijos de Noé y como tales también debemos reconstruir el mundo día a día. Aunque en ocasiones esta tarea nos parezca imposible.
Seguramente a Noé también le parecía una tarea titánica empezar desde cero; pero aún así siguió adelante, sembró la tierra, inventó el arado y comenzó a darle vida a este nuevo mundo con la esperanza de que cada vez fuera mejor y poder traer nuevamente la presencia divina.
Los hijos de Noé también tenemos esa obligación, la de hacer de este mundo un hogar donde pueda morar la presencia divina. Esto únicamente se puede hacer mediante el esfuerzo y el trabajo.
Sí, en ocasiones necesitaremos algún descanso o unas palabras de aliento para seguir adelante. Quizá caigamos de vez en cuando, pero aún así sabremos levantarnos. Y al final, los hijos de Noé podremos disfrutar de un mundo lleno de paz, bondad y justicia.
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