El
quinto mandamiento noájida nos dice
"No a las relaciones ilícitas". Más allá del precepto moral, esta mitzvá nos enseña la importancia que tienen nuestros
ancestros, ya que los valores, cultura y tradiciones se enseñan de generación en generación. Esta cadena de conocimiento se rompe cuando no sabemos realmente quienes son nuestros padres, ya no se diga nuestros abuelos o bisabuelos.
El
Eterno bendice para que las personas sean fecundas y se multipliquen. La importancia de reconocer a nuestros progenitores reside también en el pacto que tenemos con Dios, pues está escrito
“He aquí que Yo establezco Mi pacto con vosotros, con vuestros descendientes después de vosotros" (Bereshit / Génesis 9:9). De manera que conocer a nuestros antepasados es reconocer este pacto perpetuo.
El adulterio se prohíbe entre otras cosas, para no romper con esta continuidad familiar; ya que conlleva el riesgo de traer hijos al mundo que probablemente nunca se enteren de quien es su verdadero padre quien no tendrá descendencia para transmitir nuestro
pacto eterno.
El
pacto con Dios nos da una identidad, decimos que somos
Bnei Noaj porque seguimos las Siete Leyes que el Eterno estableció. Esto es afirmado por muchos científicos como Austin Hughes, neurólogo profesor de la Universidad de Indiana; quien asegura que el interés por nuestros familiares surge de la fraternidad, pues el hombre encuentra en el pasado un punto donde aferrar la propia identidad.
Así pues, conocer la historia, tradición y cultura de nuestros
antepasados es de suma importancia. Para auxiliarnos en esta tarea es que existe la
genealogía.
En México, la
genealogía es tan importante como en cualquier otro país. Antes de la conquista española, nuestro territorio era el más avanzado en esta rama debido a la fuerte tradición
familiar existente. Cuando comenzó la conquista se atentó también contra los documentos
familiares.
Desde entonces se empezó a restringir el acceso a los documentos. La Iglesia Católica llevaba los registros
familiares, y los registros civiles se crearon a partir del siglo XX, atesorando apenas la historia de cinco
generaciones.
A causa de invasiones, falta de cultura, espacio o interés, los documentos desaparecían, llevándose consigo trozos de historia. En Europa el panorama era opuesto, pues las grandes guerras provocaron que las
familias mantuvieran
"cuadernos de familia".
La escasez de documentos no es lo más grave. La falta de
identidad de muchos mexicanos da como resultado un ciudadano promedio que no puede nombrar siquiera a sus ocho bisabuelos.
En Japón, cuando nace un niño se agrega su nombre a una lista de
ancestros. Si esta preocupación se les hubiera inculcado a los niños latinos hace 300 años, hoy no tendríamos que buscar tanto.
Sin embargo, nunca es tarde para comenzar a recopilar la
historia familiar. Hoy en día esta tarea se ha hecho más fácil gracias a la Internet y las redes sociales. Si desean un programa para empezar a reconstruir su
árbol genealógico, lo pueden consultar en los siguientes sitios:
www.genetree.comwww.myheritage.comwww.miparentela.comPara más información:
www.genealogia.org.mx
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